VENCIENDO AL ACUSADOR
En vista de lo que hemos dicho podemos ahora volver a
encarar al enemigo, porque hay
otro aspecto de la Sangre que es hacia Satanás. La
estratégica actividad satánica hoy en día es
la de acusador de los hermanos (Ap. 12: 10) y es así que
nuestro Señor le afronta con su ministerio
especial como Sumo-sacerdote “por su propia Sangre” (He. 9:
12) .
Recordemos aquel versículo: “La Sangre de Jesucristo, su
Hijo, nos limpia de todo pecado”
(1 Jn. 1:7). No solamente en el sentido general, sino cada
pecado uno por uno: y ¿qué
significa? ¡Oh, es una cosa maravillosa!Dios está en luz, y
al andar en la luz con Él, todo está
expuesto y abierto a aquella luz. Así que Dios puede verlo
todo, y aun así la Sangre puede
librar de todo pecado. ¡Qué limpieza!No es que yo no tenga
un profundo conocimiento de mí
mismo, ni que Dios no me conozca perfectamente. No es que yo
trate de esconder algo, ni que
Dios procure pasar algo por alto. ¡Nada de esto!Es que Él
está en la luz y yo también estoy en
la luz, y que allí la preciosa Sangre me limpia de todo
pecado. ¡La Sangre basta para esto!
Algunos de nosotros, oprimidos por nuestra debilidad podemos
a veces haber sido tentados
a pensar que hay pecados que son casi imperdonables.
Recordemos la Palabra: “La Sangre
de Jesucristo nos limpia de todo pecado”. Pecados grandes y
chicos, pecados que yo crea
pueden ser perdonados y pecados que parecen imperdonables,
sí, todo pecado, consciente o
inconsciente, recordados u olvidados, son incluidos en
aquellas palabras: “todo pecado”. “La
Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado”, y lo hace
así porque en primer lugar satisface
a Dios.
Ya que Dios, viendo todos nuestros pecados en la luz, puede
perdonarlos sobre la base
de la Sangre, ¿qué terreno de acusación tiene Satanás?
Satanás puede acusarnos delante de Él,
pero “si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros?” (Ro.
8:31). Dios le indica la Sangre de
Su amado Hijo, Es la contestación suficiente contra la cual
Satanás no tiene apelación.
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el
que además está a la diestra de
Dios, el que también intercede por nosotros” (Ro. 8:33,34).
Así que aquí, de nuevo, nuestra necesidad es reconocer la
absoluta suficiencia de la preciosa
Sangre. “Cristo, Sumo Sacerdote... por su propia Sangre,
entró una vez para siempre en
el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (He.
9: 11,12). Él fue Redentor una
vez. Él ha sido Sumo-sacerdote y Abogado por casi dos mil
años. Está allí en la presencia de
Dios y “Él es la propiciación por nuestros pecados” (1 Jn.
2:1, 2). Notad las palabras de
Hebreos 9:14, “¿Cuánto más la Sangre de Cristo...?” Subrayan
la suficiencia de su ministerio.
Basta para Dios.
¿Qué, pues, de nuestra actitud frente a Satanás? Esto es
importante, porque nos acusa no
solamente delante de Dios sino también en nuestras propias
conciencias. “Tú has pecado y
sigues pecando. Eres débil y Dios no puede hacer más
contigo.” Este es su argumento, y nuestra
tentación es de mirar adentro y, en defensa propia, tratar
de encontrar en nosotros mismos,
en nuestros sentimientos o nuestro comportamiento, algún
terreno para creer que Satanás está
equivocado. Alternativamente somos tentados a admitir
nuestra incapacidad y, yendo al otro
extremo, ceder a la depresión y desesperación.
Así la acusación viene a ser una de las mayores y más
efectivas armas de Satanás. Él
llama nuestra atención a nuestros pecados y trata de
acusamos delante de Dios, y si aceptamos
su acusación, caemos inmediatamente. En la práctica ocurre
que aceptamos muy fácilmente la
acusación de Satanás, La razón está en que aún nos aferramos
a la esperanza de tener alguna
justicia propia en nosotros mismos. La base de esta
esperanza está errada.
Dios puede muy bien tratar con nuestros pecados; pero no
podrá hacerlo con el hombre
que acepta la acusación de Satanás, porque el tal no está
confiando en la Sangre.
Nuestra salvación se encuentra en poner la vista en el Señor
Jesús y ver que la Sangre
del Cordero ha afrontado toda la situación creada por
nuestros pecados y la ha contestado.
Aquél es el segundo fundamento sobre el cual estamos. Nunca
debemos procurar contestar a
Satanás con nuestra buena conducta, sino siempre con la
Sangre. Sí, somos pecaminosos, pero
¡alabado sea Dios!la Sangre nos limpia de todo pecado. Dios
mira la Sangre por la cual su
Hijo ha contestado la acusación, y Satanás no tiene ya
terreno de ataque. Nuestra fe en la preciosa
Sangre y nuestra negación a ser mudados de aquella posición
es lo único que puede silenciar
sus acusaciones y ponerle en derrota (Ha. 8: 33,34); y así
será hasta el fin (Ap, 12:11).
¡Oh, qué emancipación si viéramos más del valor a la vista
de Dios de la preciosa Sangre de
su amado Hijo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Recuerda que dios te ama.